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jueves, 11 de agosto de 2011

AFTT 2011, epílogo: le Mont Ventoux


Me despierto temprano, a las 6 de la mañana. Pese a no poner el despertador, como llevo tantos dias levantándome muy muy pronto el cuerpo lo tengo habituado a esa hora. Salgo del coche y veo que ya clarea en una mañana completamente despejada y bastante fresca. Pero ya es normal, estoy bastante al norte, cuando vaya bajando ya irá en aumento la temperatura, seguro.

Voy a los lavabos y me lavo bien la cara para despejarme. Me espera un largo viaje de vuelta a casa. Me pongo en marcha y el GPS me dice que llegaré a la hora de comer a casa. Bien! Ya tengo muchas ganas de llegar. Pero, algo hará que ese horario no se cumpla...

Cuando llevo unas cuantas horas conduciendo, veo carteles en la autopista que anuncian la proximidad de Avignon y Orange. Cualquiera de esos 2 nombres lo asocio inmediatamente a otro: Mont Ventoux. En los últimos 4 años, nunca he faltado a la cita con este coloso, con el puerto más afamado de Francia y, por extensión, de toda Europa.

No necesito pensármelo mucho. En el primer area de descanso me salgo y programo el GPS para que me lleve a Manresa, sí, pero via Malaucene. El dia totalmente despejado y el viento suave me ayudan a tomar esa decisión. Encima, en agosto, con la de gente que habrá por allí! No me lo puedo perder.

Llego a Malaucene y aparco en unos de los varios párkings que hay. Me cambio, me vuelvo a vestir de ciclista y me pongo en marcha. Para calentar, hasta Bedoin tengo unos 12 kilómetros, donde deberé subir el fácil Col de la Madeleine


Viñedos y montes de formas suaves me acompañan en estos inicios.


Pronto entro en el Foret Domaniale de Malaucene. Cambiamos los abetos alpinos por pinos.


Se van viendo ciclistas por esta zona, pero nada comparado con lo que será el Ventoux.


Llego al Col de la Madeleine. Una nadería....


Por primera vez, tengo a la vista la cima del Ventoux. Altivo, enorme, dominando toda esta región del valle del Ródano.


Ahí está, con la antena asomando por detrás de esa montaña.


Llego a Bedoin, que es un circo. Coches, motos y sobre todo ciclistas se amontonan por todas partes. Es casi mediodía, hora punta.


Empiezo sin detenerme esta ascensión de 23 kilómetros. Los primeros, muy fáciles y con el Ventoux observándome.


Zona principalmente dedicada al vino, se anuncian bodegas por todas partes.


Después de Ste-Colombe, empieza la fiesta. Entramos en el Foret Domaniale de Sault y en los próximos 8 kilómetros la pendiente no bajará del 9%.


La carretera no da ni un respiro. El paisaje siempre será el mismo, lo único que irá variando es la altura de los árboles que flanquean la carretera.


Por un momento, tenemos a la vista la cima del Ventoux. No volverá a pasar, se esconderá hasta que lleguemos al Chalet Reynard.


Rectas infernales que se hacen eternas. Son un rosario de ciclistas que sufren sus porcentajes.


Un padre con su hijo de tierna edad (no tendría más de 12 añitos) suben muy despacito, pero con ganas. Al ver la cara del niño se me hace un nudo en la garganta y comprendo por qué el Ventoux es único, no hay otro con el carisma de él.


Llego al Chalet Reynard, atiborrado de gente y de vehículos.


Empieza el paisaje lunar. Ahora la pendiente aflojará algo hasta el último kilómetro, andará entre el 7 y el 8%.


Inconfundible. Es el Mont Ventoux!


Tras tantísimos kilómetros subiendo, estas rectas son muy difíciles de terminar. Nunca estoy solo, siempre hay ciclistas a la vista.


Definitivamente, no hay otro igual.





La dureza de la ascensión pasa factura. No importa, todos tenemos el mismo mérito, y nuestro único objetivo es llegar.


¿Estoy en la luna? No... estoy en el Mont Ventoux!


Vista atrás para contemplar la grandeza de este puerto.


El monumento a Tom Simpson. El 13 de julio de 1967 aquí murió mientras disputaba una etapa del Tour de Francia, fulminado por una combinación de anfetaminas, alcohol e hipotermia. Empezó a hacer eses con la bicicleta antes de caerse. Estaba delirando y pidió al público que lo volvieran a subir a la bicicleta, y continuó hasta unos 800 metros de la cima, donde cayó muerto.


Entro en el último kilómetro, el más duro de toda la subida con un 10% de pendiente media.


El que os escribe. Después de 2.000 kilómetros, 40.000 metros de desnivel, decenas de puertos alpinos subidos y bajados, y con 4 kilos de peso menos que cuando empezé, afronto sin perder la sonrisa el kilómetro final del Mont Ventoux y, a la vez, el final de mi Tour por los Alpes Franceses.


Una mezcla de felicidad y agotamiento... y tristeza porque se termina algo que ha sido muy muy bonito y muy muy grande.





En la cima del Ventoux, otro circo montado. Paraditas que venden chucherías a precios desorbitados, gente haciéndose fotos (había cola en el cartel del puerto), motos, ciclistas... un follón!


Me siento en el murete que hay arriba y me relajo unos minutos con estas vistas del puerto que acabo de subir. La Provenza bajo mis pies!


Vuelve a lucir el cartelito de la cima. Unas chicas muy majas están haciéndose la foto y aprovecho para hacerla yo también, que con ellas debajo lucirá mejor que con otro tio, aunque tenga las patas afeitadas, jeje.


Otro rápido vistazo a la subida, vertiente de Bedoin, antes de dar la vuelta a la montaña y descender por Malaucene.


Giro y veo la vertiente de Malaucene, por donde bajaré hasta el coche.


También muy espectaular y durísima la subida por aquí. Hoy me tocará bajarla, en un descenso muy rápido.


Hay más fotos del descenso por esta vertiente..... pero hoy quiero terminar mi crónica aquí. En la cima del Mont Ventoux, el puerto más mítico que existe, y con la mirada perdida hacia los Alpes. Allí, a lo lejos, se ven. Los Alpes franceses, esos que, a partir de ahora, ya puedo llamar "mis viejos conocidos".


Un saludo a todos, espero y deseo que hayais disfrutado conmigo de estos 11 dias de cicloturismo puro. Esa, al menos, fué mi intención.

Volvemos a vernos el próximo año, si todo va bién, en el siguiente Total Tour. Quién sabe si en Alpes italianos... quizás Cordillera Cantábrica.... el tiempo lo dirá.



Hasta pronto, amigos!

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miércoles, 10 de agosto de 2011

AFTT 2011, etapa 9: el Mont Blanc y los glaciares


De nuevo toca pegarse un buen madrugón. Tengo que pasar el Col de la Colombiere y bajar a Cluses con el coche para llegar al punto de partida de la etapa del Mont Blanc. Por tanto, a las 4.30 tocan diana y bajo un intenso frio recojo mi hotelito de cero estrellas y lo preparo para el trayecto.

Mientras voy de camino, veo el cielo estrellado. Por fin! Parece que tendré dia despejado, almenos por la mañana. Llego a Cluses pero es una ciudad y yo prefiero pueblos para empezar las etapas, así que adelanto un poco más y en Magland ya me parece mejor. Aparco, aun de noche, y con calma me visto, inflo las ruedas, engraso la cadena... todo sea hacer tiempo hasta que amanezca.

A la que hay un mínimo de luz que me permite salir sin el frontal, me pongo en camino. El culo duele igual que ayer, es algo insoportable. Si no mejora (que seguro que no lo hará), hoy ya será la última etapa, pues habré completado las 9 etapas puramente alpinas del Tour.

La carretera que va por el valle es no apta para ciclistas, que tienen siempre una via alternativa bien marcada, que es algo más quebrada pero infinitamente más tranquila. Por ella iré hasta Chamonix, osea unos 40 kilómetros.


Los Lacs des Ilettes y el vapor emergiendo de sus aguas.


Poco tardo en tener a la vista el Massif du Mont Blanc. Lo que hace años que añoraba, por fin lo he conseguido. Estar a los pies del techo de Europa.


En la amplia llanura de l'Arve, vemos que esta es una zona con bastante densidad de población. El negocio del esquí y del alpinismo se deja notar.


Sigo avanzando, acercándome más al Mont Blanc.


Atravesaré Passy, Servoz, pueblos en la ladera de la montaña, en una carretera que no deja de subir. Por el valle hubiera sido muchísimo más fácil, pero menos bonito


Paso obligado para los ciclistas es el Col de Vaudagne, pues la carretera que va a Chamonix "por abajo" es autovía y con túneles. Asfalto malo, pero bosque precioso.


Subiendo este duro pero corto puerto, quedo absorto ante la belleza del Mont Blanc y todo el macizo cubierto de nieve.





Los tremendos glaciares bajan que casi parece que llegan hasta las casas.


Bajo hasta Chamonix y cruzo la ciudad, con los dedos de las manos helados por los 6ºC de temperatura que hace. Enfilo la carretera que va hasta Suiza pasando por el Col des Montets. Cruzando l'Arve, que baja caudaloso y con fuerza.


El Mont Blanc. Con sus 4.810 metros, el punto más alto de Europa.


Voy subiendo el Col des Montets siempre con el Massif du Mont Blanc a mi derecha.


Este túnel, en verano, es solamente para ciclistas. Los coches deben pasar por la parte exterior.


Sigo subiendo disfrutando siempre de la vista de los glaciares. Es una etapa muy especial, muy diferente al resto.


Estas montañas ya son la frontera con Suiza, me queda poco para coronar Montets.


Cima del Col des Montets. Tras la bajada, entraré en Suiza.


Entro en el país alpino. Cruzo el Torrent de l'Eau Noire y empiezo la subida al Col de la Forclaz.


Suiza siempre es sinónimo de belleza y de fotos de postal.


Pendientes importantes en este puerto, siempre con algún glaciar que otro a la vista.





Otro puerto conseguido! Vendrá ahora un descenso vertiginoso, lo más rápido de todo el Tour, mucho rato por encima de los 70 km/h.


A medio descenso, me encuentro con este panorama. La ciudad de Martigny, al fondo, marcará el fin de la bajada.





Llegando a Martigny. A eso se le llama aprovechar el valle!


Salgo de Martigny y tengo unos 30 kms de llano hasta el inicio del siguiente puerto, pero el fortísimo viento que entra de cara me imposibilita poner el plato grande. A pesar de todo, es un disfrute.


La Dent du Salantin, de 2.482 metros.


Llego a Monthey y empieza la durísima subida al Pas de Morgins. Lo mismo de pendiente que era la bajada de Forclaz, será ahora en subida a Morgins. La iglesia de Troistorrents se dibuja con un azulísimo cielo de fondo.


Una ascensión que no ofrece respiro, ni sombras.


Por eso, las estupendas vistas son el mejor entretenimiento para no pensar tanto en los porcentajes.


De nuevo me encaro hacia Francia. Mi incursión suiza va a ser breve, pero intensa.


Gano altura y las imágenes que me ofrece este dia soleado son de las que no se olvidan.


Pero la carretera, ajena a tanta belleza, sigue sin dar tregua.





Colosal!!!!!


Llego a las primeras casas de Morgins.


En invierno dedicado al esquí, y ahora en verano al descenso en bicicleta. Hay que ver la cantidad de bikers que me encontré, cargados de protecciones y de todo.


La escultura que hay tras la iglesia también merece una pausa. Además, como hay una fuente, me estaré un ratito descansando.


Cruzo la frontera en el Pas de Morgins y nada más iniciar el descenso me topo con el Lac de Morgins. Una cucada de sitio!


Poco más de bajada y llegaré a Chatel.


En Chatel, el Lac des Vonnes.


Paso junto al lago, mientras los turistas disfrutan de los deportes acuáticos, y continuo mi descenso.


Durante todo el descenso hasta Bonnevaux, puedo disfrutar de unos paisajes brutales, favorecidos por el espléndido dia que estoy teniendo.








En Bonnevaux empieza el Col du Corbier, cortito y no en exceso duro. Aquí vemos un buen sitio para jugar unos sets... si no te encandilas con las vistas, claro.


Subiendo Corbier, siempre por zona bastante abierta.





En la cima de Corbier, por delante tengo una bajada muy rápida hasta el valle de la Dranse de Morzine.


Llego al valle y para subir el Col des Gets, lo haré por una carretera general muy desagradable por el tráfico. Estoy en el pueblo de St-Jean-d'Aulps.


Una subida sin rampas duras pero muy machacona por el viento que vuelve a dar de cara. Ante eso, lo único que puedo hacer es reducir más la velocidad. El culo duele mucho y con tanto sol los labios se me han puesto peor. Ya no sé como ponerme para estar medio cómodo.


Bordeo Morzine y obtengo otra postal. La Pointe de Ressachaux resalta sobre la ciudad de Morzine.


Llego a Les Gets, estación de esquí importante y ahora en verano super masificada.


Cuando estoy saliendo de la estación, me paran. Un helicóptero va a despegar y deben cortar la carretera en un tramo de unos 100 metros. El ruido es ensordecedor y levanta una ventolera que me obliga a agarrar fuerte la bici para no tumbarme.


A la que se aleja el helicóptero, puedo iniciar la bajada hasta Taninges.


La cima del Mont Blanc asoma, indiscreta, sobre las nubes. Me despido de él, ya no volveré a verlo más.


Debo subir, antes de Cluses, el Col de Chatillon, que ya subí ayer con lluvia por la otra vertiente. Hoy con sol me parece mucho más atractivo.


Llego a Cluses y me pierdo bien perdido. Encima pregunto y me indican mal. La tia estaba buena pero de orientación ni idea! Me pregunta de donde soy y le digo de España, de Barcelona, y me dice "ohhhh, le pais du soleil....", jejeje. Así es como nos ven por allí.

Pregunto a otro hombre que tiene aspecto de entender y este sí, incluso me acompaña un trozo hasta que se ve una rotonda que me dejará en el buen camino. Le doy las gracias y salgo de Cluses.

Llego a Magland, contento por lo que he disfrutado y contento porque se termina el suplicio del sillín y del manillar. Tengo el culo y las manos fatal, y los labios agrietados pese a ponerme protección. Por tanto, decido saltarme las 2 etapas finales y volver a casa. Me dejaré la etapa del Lago Leman, que era una "etapa de descanso", y también me dejaré la etapa del Jura, que ya no son Alpes. Así, me voy sin remordimientos, jejeje.

Me cambio, guardo la bici y me pongo en camino. Iré directamente a buscar la autopista y una vez en ella me pararé a dormir en un area de descanso, para mañana hacer el grueso del viaje de vuelta. Tal como lo pienso, lo hago. Una buena cena, un sitio tranquilo cerca del edificio de las toilettes y a dormir. Han sido 10 dias intensísimos y ahora toca descansar y recordar todo lo que he vivido.

Me duermo pasadas las 11 de la noche, sin poner el despertador. Lo que en esos momentos no sé, es que las últimas pedaladas de este Tour todavía están por dar.

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